El roscón es un dulce tradicional de navidad (sobre todo Reyes) y semana santa. A mí me gusta mucho el sabor dulce y anisado del roscón, sin embargo, la versión tradicional no me acaba de convencer porque me resulta muy seca. Es cierto que si acostumbráis a tomarlo con chocolate a la taza o con leche, lo cambia totalmente, pero en casa de mis abuelos se solía tomar sin acompañamiento, como si fuera una tarta, por eso nunca me llamaba demasiado la atención.

Hoy os voy a enseñar un tipo de roscón que estoy segura de que os encantará. Os estoy hablando del roscón de yema. En mi familia, desde que lo probamos, se ha convertido en nuestro preferido, ya que, a diferencia del clásico, tiene una textura mucho más jugosa.

Esta preparación es un poquito elaborada, ya que tiene varios pasos y requiere tiempo, pero a pesar de esto, el resultado es tan bueno, que merece la pena el esfuerzo. Si la hacéis, seguid la receta paso a paso y en el orden que os pongo para no liaros.

Aunque he modificado ciertas cosas y añadido otras, para esta elaboración me he basado en uno de mis blogs favoritos, uno de dos.

Os cuento como podéis prepararlo:

¿Cómo lo hacemos?:

Mezclamos la harina, el agua y la levadura hasta tener una masa homogénea y dejamos levar durante 1 hora en un sitio templado.